Traviesa ternura del tren

Lentos de ternura dejamos nuestros pasos envejecidos por el andén
Piel dormitada por los años que, reviviendo los anhelos palpita aún
Al sonido invencible del majestuoso reloj de la estación que mira
Mirando nuestros viajes, nuestros luceros en la temprana luna de los años

Tocas mi mano temblorosa, subo el escalón viendo tus ojos en los míos
Como aquella tarde de invierno, primavera en nuestras vidas
Aquella noche de promesas, de túneles, de miradas silenciosas
La salida del Estrella con destino nuestros besos en las vías, de un amanecer

Después, meses rodeados de máquinas apartadas en las toperas de los cuentos
Relatos entrecortados por las llegadas, los retrasos, las palabras
Al contacto de la marcha incesante del tren que no deja quietas a las flores
Acariciando los girasoles, imposibles de contener las traviesas de su pasión

Soñando, imaginando el presente, la ventana abierta y los vagones
Transitamos con los niños, las ancianas, las mujeres, los amantes
Protegidos por el fiel revisor que nos inclina su sonrisa en las paradas
Reviviendo paisajes y creciendo en cada bucólica estación apeadero o terminal

Siempre, nuestra respiración circula sobre el aire como el tren parte
No dejando parar el tiempo, ni lo ocurrido, ni nuestra historia, ni la razón
Que, al fluir los pantógrafos enganchados en la luz tenue de las cortinas
Todo carece de sentido, abraza el corazón, abriga el olvido


Pero, a pesar del tiempo, aunque finalice el trayecto, sobre el andén
Viajamos articulados como tranvías eternos sobre el mismo raíl
a gran velocidad, atravesando montañas, ríos o acantilados
suspendidos en el cielo, impecables locomotoras de espejismos de color