Aquella mañana de llamadas incesantes
aquella niñez de esperanzas conquistadas
aquella mirada entre las paredes aviejadas de la rutina
aquel día comenzó nuestro viaje en compañía
Desde entonces tu sabia y color nos saluda cada día
tu silencio agradecido, tu manera de mirar al sol
subes la escalera de nuestra existencia
recordando tus ganas de vivir
Poco te hablamos
aunque escuchas nuestros pasos
nuestras risas también nuestros enfados
las palabras de amor o el dolor de los reproches
Ahí sigues, endulzando la esquina del salón
acariciando mi madurez desde la juventud
dando calma sin saber
que tengo guardado un gesto entrañable
hacía tu constancia, hacía tu fidelidad
de permanecer
junto a mi,
mi costilla de Adán.
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